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Abril 28, 2020 18:12 hrs.

Héctor Herrera Argüelles › AquiEdomex

Gobierno ›


Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante:
Rryszard Kapuscinski

Tengo dos estampas del Presidente López Obrador en mi memoria. La primera cuando hacíamos el Programa de Infórmula en Radio Fórmula. El titular era Jorge Berry, yo lo acompañaba en la transmisión con la información. En mayo del 2002, Jorge comentó que había una invitación para realizar el programa desde la oficina del entonces Jefe de Gobierno de la CDMX. Acudimos a la cita y realizamos la entrevista en vivo desde el Palacio del Ayuntamiento. Me sorprendió la austeridad de su oficina. López Obrador se mostró amable y abierto durante la charla. En aquel entonces, Berry tenía una especial atención con el Jefe de Gobierno. Al término de la charla, se nos había dicho que todo el equipo comeríamos con López Obrador en la oficina anexa a su despacho que, en ese entonces, también se convertía en comedor. Por alguna razón, al final López Obrador y Berry decidieron comer en solitario.

La segunda, el 5 de diciembre de 2018, durante la toma de posesión de la ahora Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum. En esa ocasión me asignaron estar pendiente de los chacaleos, es decir, de las entrevistas banqueteras. Sheinbaum tomaba posesión en la Asamblea de Representantes, y posteriormente, acudía al Teatro de la Ciudad para ofrecer un mensaje a la ciudadanía. Junto con algunos compañeros, nos apostamos en los portones del Teatro en espera de la llegada del Presidente, y como parte de la logística, nos movieron a los costados de la calle de Donceles.

Minutos después, aparecía a lo lejos López Obrador acompañado de miembros de su equipo. Nadie lo acechaba. Entonces decidí abordarlo. Me acerqué, extendió la mano para el saludo, y mientras le daba la mano, lo entrevisté. Una entrevista corta. Ví un tipo tranquilo, sereno, observador.

Durante su paso por el gobierno de la capital del país, antes del desafuero, la interacción con los medios era muy sólida, franca y directa. Ahí comenzó con las mañaneras. Fijaba la agenda del día y le ganaba a Vicente Fox los reflectores, quien ya contaba con un vocero, que tenía que explicar la poca claridad y lo confuso de las ideas del entonces Presidente.

Sin embargo, el desafuero y la elección del 2006, marcaron el discurso del tabasqueño. Pude certificar la agresividad y la infamia que enmarcaron ambos eventos. El daño que infringieron al ahora Presidente fue insano, delirante, ilegítimo y totalmente desequilibrado. Ambos hechos fueron producto de una ’operación de Estado’ en la que intervinieron actores políticos y sociales con la intención de truncar su camino político.

Coincido con Federico Arreola en que ambos eventos fueron parte de una campaña de odio, una campaña similar a la que organizaron contra Luis Donaldo Colosio, y que terminó en su asesinato. El año que murió Colosio fue terrible en términos políticos y económicos, y por ello, no creo que la saña, la venganza y la inconsciencia sean los caminos que México deba nuevamente recorrer.

Por ello, no es gratuito que el discurso del Presidente divida entre fifís y chairos; entre aliados y adversarios; y entre amigos y enemigos. Hay antecedentes de saña y encono. Es un discurso de alerta permanente y de resentimiento. Un discurso que tiene como propósito hacer patente que sus enemigos siguen ahí, y que no lo dejarán trabajar en paz. Un discurso polarizante que subraya la intención de sus adversarios de que no descansarán hasta verlo fracasar.



Sin embargo, mi padre decía que no había que mezclar la magnesia con la gimnasia, ya que el Presidente quiere meter a todos, medios y periodistas en el mismo saco. Los medios, en efecto, tienen intereses y los defienden. Los periodistas somos obreros, y como trabajadores, solo transmitimos el mensaje, más allá de que coincidamos o no con su contenido.

Y aunque el Presidente sostiene que su ’pecho no es bodega’, he escuchado decir a varios comunicadores de su gobierno que no es ’buen negocio pelearse con los medios’, y en efecto, no creo que sea un buen negocio para nadie.

Se entiende que hay algunos medios que defienden intereses específicos, pero eso lo sabemos todos. ¿De qué sirve que el Presidente frecuentemente culpe a algunos medios de no ser afines con su gobierno? Creo que no le ayuda ni a él, ni a nadie, que insista como cuchillo de palo sobre el tema.

Alguien de su equipo ha de insistir en la idea de que matar al mensajero es una buena idea, pues no la es. Lanzar los dardos y meter a todos en el mismo saco, no es un mensaje poderoso. Ideologizar los procesos de información y comunicación, genera conato y confusión.

El reto para todos en la actual coyuntura de crisis planetaria es combatir la desinformación y las informaciones falsas. Nunca antes un Presidente se había mostrado abierto a informar, comunicar y a ser transparente en sus actos de gobierno, a su modo, claro. Sin embargo, insisto, pelearse con los medios, no es buen negocio, y quien lo sugiere, no ayuda mucho.

De la libreta
a) Especialistas de la UNAM consideran que en medio de la pandemia por COVID-19, el 7.5 por ciento de la población nacional presenta un grado crítico de vulnerabilidad, ya que se concentra en municipios rurales con el porcentaje más alto de personas mayores de 60 años, así como una importante población indígena, además de que ese segmento cuenta con escasos servicios de salud y presentan tasas de marginación muy por arriba de la media nacional.
b) La Secretaría de Economía señala que la crisis económica que está provocando la pandemia de COVID-19 será inédita, se espera sea larga y profunda, y se estima dure hasta 19 meses.
c) Algo no está enseñando la crisis planetaria provocada por el coronavirus, que el virus es un proceso de ajuste de la naturaleza. Llama la atención que hasta ahora los países más afectados sean también los países más ’desarrollados’: Estados Unidos, España, Italia, Francia, Alemania y Reino Unido.

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